17 May Johannes Henricus
“A veces, sólo ayudaba al profesor del curso, pero por lo general enseñaba solo, que resultaba mucho más divertido. Ahí demuestras la responsabilidad, el deseo de transmitir ideas y ver como los pequeños son tan diferentes que cada uno a su manera recibe la información. No sólo los niños se benefician, sino uno mismo, aprende mucho más de la vida…”
En noviembre, del año 2013, comenzó mi trabajo de voluntario en el colegio «San Juan Apóstol». El colegio se encuentra en una zona pobre, a las afueras de Arequipa, a los pies del volcán Chachani.
Las calles no están pavimentadas allí, no hay agua potable en las casas. Se parece un poco a los municipios en Sudáfrica. Las casitas están construidas temporalmente y sin ningún sistema real. Como un techo de hierro corrugado (calamina). Las personas no cuentan con un baño bien diseñado, solo tienen una pequeña construcción, que consiste en un agujero en la tierra pues no cuentan con agua.
Hace más de 10 años, se tiene un gran compromiso, con el colegio, algo que merece mucho respeto. Comenzó a partir de una pequeña cabaña, que se convirtió en una cocina del colegio, ahí empezó el proyecto «San Juan Apóstol». En la actualidad, el colegio cuenta con más de 20 salones de clase y por lo tanto permite que más de 600 niños de 4 a 17 años asistir al colegio y tener una buena educación.
Lo bueno de este proyecto es que siempre continúa y no para como algunos otros proyectos en América del Sur. El objetivo es disminuir el analfabetismo en Perú y a la vez formar personas con valores, ideales y fomentar a la socialización.Debido a que muchos de los padres de familia que viven en Villa Cerrillos, solo hablan una de las lenguas nativas del país que es el quechua, porque vienen de otras ciudades y pueblos más pequeños en los Andes del Perú, con la esperanza de encontrar trabajo en la rica ciudad de Arequipa. Además, los padres terminan haciendo trabajos duros y mal pagados, como en las minas de los alrededores o como el llamado cajero «Cobrador» a los autobuses. En cambio, en el colegio «San Juan Apóstol», lo niños leen, escriben, aprenden valores, el amor al prójimo y el idioma español. Lo necesario, para que lleve una vida en la ciudad Arequipa, que se moderniza día a día.
Mi labor en Villa Cerrillos era de ser profesor de educación física e inglés. En la primera semana, ya me había acostumbrado un poco a mi vida de voluntario. Mi horario era un poco de inglés y un montón de deportes. A veces, sólo ayudaba al profesor del curso, pero por lo general enseñaba solo, que resultaba mucho más divertido. Ahí demuestras la responsabilidad, el deseo de transmitir ideas y ver como los pequeños son tan diferentes que cada uno a su manera recibe la información. No sólo los niños se benefician, sino uno mismo, aprende mucho más de la vida.Me gustaba trabajar, era muy divertido y no tuve ningún problema con el hecho de que algunas veces las clases empezaban con un poco de retraso. Hasta las vacaciones de fin de verano de Diciembre, estuve entrenando un equipo de futbol del colegio, después de clases, eran niños de edades de 11-12 años, en el área de asfalto de la escuela.Fue un interesante proyecto, muy divertido y frustrante a veces. Era demasiado difícil transmitir un par de cosas complejas, por alguien que recién está aprendiendo el idioma (yo), así que rápidamente me di cuenta de que no podía entrenar a los niños peruanos, pero si a los niños alemanes. Sin embargo, los pequeños éxitos me hicieron orgulloso.Al final, entrené 2 meses con el equipo de la escuela para enseñarles las cosas más importantes de este hermoso deporte. Cebador la regla (las reglas reales y de ficción no hay reglas del fútbol de la calle), una estructura de juego (tácticas) y lo más importante el juego limpio. Esta es la intención de respetar sus contemporáneos y al oponente y actuar en cada situación como un deportista justo.
Después de las vacaciones, el colegio contrato a un nuevo atleta que fue integrante del FBC Melgar en 1981, el equipo de fútbol de Arequipa que había ganado un campeonato peruano. Desde entonces, el equipo de fútbol es entrenado por él y cuando tenía tiempo lo ayudaba y me hacía sentir orgulloso de ver como los niños habían aprendido lo que les enseñé. Desde entonces, yo enseñaba principalmente inglés, a la segunda clase del quinto grado. Es divertido ver cómo los niños aprenden el inglés que uno les enseña. Una experiencia fantástica. Con otros dos voluntarios de Alemania y la única profesora del colegio que habla inglés compartimos la enseñanza. Cada uno tenía sus clases, en las que aportaba un poco más a los niños y jóvenes del idioma Inglés.
También acompañe a los alumnos en interesantes excursiones al Cañón del Colca y al famoso Monasterio de Santa Catalina. Espero que pronto, vayan nuevos voluntarios y continúen enseñando a los niños. Sólo así, a través de continuas lecciones de inglés, se podrá dar fruto del trabajo que realizamos.